El 24 de abril de 1612 recorrió Valencia el rumor
del fallecimiento de un hombre santo y la parroquia de San Andrés, donde reposaba
el cuerpo de Jerónimo Simón, se llenó de una muchedumbre que procuraba tocarlo o
hacerse con alguna reliquia suya. La inicial unanimidad en torno a su santidad
fue efímera por dos circunstancias: su anónima existencia, ya que ni predicó ni
dejó obra escrita, y su pertenencia al clero secular ya que las órdenes
mendicantes empezaron a temer por una pérdida de influencia espiritual y una
mengua de limosnas. Se produjo así una escisión radical y violenta en la
sociedad valenciana donde se alinearon, de un lado, la parroquia de San Andrés, que vio en Simón una excepcional fuente de ingresos, y el clero secular representado
por el cabildo de la catedral, al que se le presentaba un santo que contraponer
a los de las órdenes mendicantes y, del otro, los frailes, especialmente
los dominicos. Tras los cuatro días que permaneció expuesto el cuerpo de Simón en
San Andrés se celebraron exequias en su honor en todos los edificios religiosos
de la ciudad. La vertiginosa devoción a Simón traspasó los límites de la ciudad,
y las imágenes de Simón, fuera cual fuese su soporte material, inundaron
Valencia. Hubo por ello dificultades de los pintores para satisfacer la creciente
demanda de retratos suyos y se cifraban en más de mil los altares con su imagen
pintada que adornaban entonces las calles de la ciudad y en millones los
grabados estampados en Valencia, Roma, Francia y Flandes.
Sin embargo, el panorama pronto se ensombreció por
la actuación del arzobipo Aliaga quien, respaldado por la Inquisición, fue
socavando la credibilidad de los simonistas en Roma y Madrid. En 1615 la corte
dictaba finalmente medidas tendentes a reformar el culto a Simón, como no
oficiar misa ante su altar o prohibir las imágenes en que aparecía con rasgos
de santidad, acentuados por la promoción del hermano de Aliaga al arzobispado de
Toledo y la caída del Duque de Lerma, principal valedor de Simón en la corte. En
el año 1619 las representaciones del padre Simón fueron finalmente prohibidas por la
Inquisición. No obstante, uno de los encargos más importantes que recayeron en
Ribalta fue la pintura del retablo para la capilla de la propia iglesia de San
Andrés donde el padre Simón fue enterrado, que es el lienzo de la Visión del
padre Francisco Jerónimo Simón, firmado y fechado en 1612 y conservado
actualmente en la National Gallery de Londres.