La historia de la escultura de bronce de San Bruno de la Cartuja de Vall de Crist de Altura, realizada por José Esteve Edo en 1998, comienza cuando el gobierno valenciano adquirió el compromiso con la cartuja femenina de Santa María de Benifassà de hacerles donación de esta talla. Dada la significación del santo para la Orden, se decidió realizar una copia de esta imagen para ubicarla en la Cartuja de Vall de Crist y presidir así la entrada del monasterio. La Cartuja, fundada a finales del siglo XIV por expreso deseo del infante Don Martín, hijo de Pedro IV de Aragón, acogió entre sus muros a numerosas personalidades, como Bonifacio Ferrer, que llegó a ser prior mayor, San Ignacio de Loyola o el antipapa Benedicto XIII. Destaca en ella la Iglesia de Nuestra Señora de los Angeles, que es uno de los escasos edificios que aún se conservan restaurados y se comenzó la construcción de su claustro. Posteriormente, en 1399 se inició la construcción del claustro mayor, de estilo gótico, como los anteriores. Este conjunto ha sido un importante centro espiritual, cultural y político en la historia de la Comunidad Valenciana. Además, fue la quinta en importancia de las casas de cartujos de la Orden de San Bruno en la Península Ibérica y la segunda de las valencianas, estando considerada como una de las más ricas. En el mundo de la cultura Vall de Crist destacó por su valiosa biblioteca, así como por acoger gran cantidad de obras de grandes artistas como Pere Nicolau, Gonzalo Peris, Jacomart, Rexach, Rodrigo de Osona, Joan de Joanes, Ribalta, Espinosa, Vergara, Camarón y otros, algunas de las cuales se conservan en la catedral del vecino municipio de Segorbe y en el Museo de Bellas Artes de Castellón. San Bruno tiene una magnífica escultura en la Capilla de la Sapiencia de la Universidad de Valencia. Adjuntamos un grabado de Monfort basado en una pintura de Camarón.
San Bruno nació en Colonia, Alemania, hacia el año 1035. Estudió en Reims y en Paris, fue ordenado sacerdote y se dedicó a enseñar Teología. En el año 1084 se retiró con seis compañeros para fundar el monasterio de los monjes Cartujos en los Alpes franceses. Siguen estrictamente la regla benedictina y la Iglesia considera la vida de los Cartujos como el modelo perfecto del estado de contemplación y penitencia.
