La sequía estaba haciendo estragos en Lliria en el año 1410 y a mediados de Agosto, reunido el pueblo en Consejo, acuerdan ir en busca de San Vicente Ferrer atraídos por su fama de hacedor de milagros. Un 26 de Agosto llega el santo a la localidad y contaba a la sazón San Vicente sesenta años de edad. Llegó montado en un borrico ya que sufría una llaga en una pierna y no podía caminar. Salieron a recibirle a la “Puerta de la Villa” todo el pueblo además del Rector de la Parroquia. Se alojó en la casa abadía y lo primero que dispuso el Santo fue un ayuno colectivo y tres días de plegarias, pláticas y sermones, exhortándo al pueblo a la oración y a la penitencia y a tener fe en los designios del Altísimo.
Al día siguiente, o sea el 30 de Agosto, visitaron el mermado manantial y fueron en procesión de rogativa rezando las letanías de los Santos. En primer lugar iría el pueblo en masa, hombres y mujeres en doble fila; en medio, la antigua imagen gótica del Cristo de la Cofradía de la Sangre y, presidiendo, todas las autoridades arropando al aureolado por su fama San Vicente Ferrer con “els Jurats en cap” como encargados de guardar el orden. Llegados allí, frente al “Ull Redó” y al pie del olivo que perpetúa su nombre, les exhortó a la oración y a la penitencia y, al terminar y bendecir las aguas, se produjo el portentoso milagro de brotar aquellas más abundantes y copiosas, prometiendo que en lo sucesivo su caudal aumentaría o disminuiría pero que para beber nunca faltaría. La ermita es un bello edificio de regular tamaño, que combina elementos barrocos y neoclásicos. Posee un pórtico con tres arcos peraltados y contrafuertes laterales parcialmente ocultos por la vivienda del ermitaño. Destacan los paneles cerámicos que muestran escenas del milagro.