Ya en 1371 en la alquería de la Rascanya del Monasterio Cisterciense de la Valldigna existía un Priorato que se trasformó en abadía en 1381 y a ella vinieron a instalarse los monjes Jerónimos en 1546, iniciando las obras que condujeron al Monasterio de San Miguel y de los Reyes, en las afueras de Valencia, conocido como el “Escorial Valenciano” y hoy sede de la Biblioteca Valenciana. La que llegó a ser importante Orden de los Jerónimos fue una Orden fundada en nuestra tierra en el año 1350, cuando Jaime Ibáñez y otros ermitaños reunidos en Jávea en la falda del Montgó y cerca de lo que fuera el Monasterio de San Donato, solicitaron del Papa ajustarse a una regla, solicitud que fue atendida mediante bula de Gregorio XI en 1374. Tan magna obra como representó la construcción de este monasterio fue posible gracias a los Duques de Calabria, Don Fernando de Aragón y su esposa Doña Ursula Germana de Foix, viuda del Rey Fernando el Católico, ya que en ella invirtieron gran parte de su fortuna en vida y a la que dejaron en testamento sus cuantiosos bienes, encargándosela a los arquitectos Covarrubias y Vedaña.
Por muchas vicisitudes pasó el desarrollo de la obra, con periodos de paralización de la misma, pero quedando finalizada un siglo después en 1644. Entre estas hay que destacar la usurpación de gran parte de la considerable suma entre dinero en metálico y bienes que les fuera cedida por los fundadores y que sobraba para terminar y costear la obra mientras los monjes se ocupaban de las solemnes exequias del Duque de Calabria, muerto muy poco después que su mujer. Parte de sus excepcionales cuadros se encuentran en el Museo de Bellas Artes, mientras su enorme San Miguel de mármol del altar mayor era arrojado y destrozado por las tropas napoleónicas en 1808 a la vez que desaparecía su espada de oro y el anillo nupcial de los Duques de Calabria. Tras ser uno de los monasterios suprimidos en 1835, se destinó a prisión correccional. Hubo aquí una antigua Cofradía dedicada a Santa Bárbara.