Durante mucho tiempo se pensó que San Valente fue un efímero co-emperador con Licinio al que este hizo matar por exigencia del también emperador Constantino. Pero es más plausible pensar que este era un corposanto procedente de las catacumbas ciríacas de Roma. La historia de la llegada de este cuerpo a Vinaroz nos dice que, en el año 1780, el capitán vinarocense José Carlos Esteller, que estaba de guarnición en Nápoles, pidió al Papa Pio VI una reliquia de algún santo mártir para llevarla a su pueblo. Sorprendentemente, a los dos meses el Papa le hizo donación del cuerpo de San Valente en una urna de cristal bastante lujosa. Todo esto se trajo a Vinaroz y fue objeto de un recibimiento apoteósico y una veneración singular durante muchos años e incluso, tiempo después de la llegada del cuerpo, se le dedicó una novena. Finalmente, en los sucesos del año 1936 todas estas reliquias fueron destruidas. Adjuntamos un bello retablo cerámico que se halla en la Plaza de su nombre.