viernes, 22 de abril de 2011

GOZOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, venerado en la Iglesia de la Compañía y en su Colegio de Valencia.





El Sagrado Corazón de Jesús es la devoción referida al corazón físico de Jesús de Nazaret, como un símbolo de amor divino. Metafóricamente, se refiere a su amor por la humanidad. Este es representado por una corona de espinas y heridas, y simboliza el amor y el dolor de Jesucristo por las personas que no pudo salvar. La devoción al Corazón de Jesús es de origen medieval y se debe a Santa Margarita de Alacoque a quien Jesús se le apareció y llega a España con los Jesuitas.
Con la desamortización de 1837 las monjas abandonaron el anterior Convento de Carmelitas Calzadas de la Encarnación de Valencia, que había sido Convento de Santa Ana, para trasladarse al de la Encarnación y aquel se convirtió en casa-galera para mujeres reclusas. Ya en el año 1878 un particular edificó un chalet en el solar donde estaba dicha prisión y en el 1891 se inauguró aquí el llamado Colegio del Sagrado Corazón de Jesús de las Hermanas Carmelitas de la Caridad, orden fundada por Santa Joaquina de Vedruna. Todo el conjunto es neoclásico y tiene tres grandes puertas en la fachada principal, siendo la central para acceso al Colegio, la de la izquierda de acceso a la iglesia que preside la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y tiene dos capillas laterales dedicadas a la Purísima y a la santa fundadora. La puerta de la derecha es para acceso del alumnado.
También la Iglesia de la Compañía de Valencia se dedica al Sagrado Corazón de Jesús y por ello en el presbiterio encontramos un gran retablo barroco dorado, sobre un alto zócalo, en cuya hornacina central encontramos una gran imagen de Jesucristo en su advocación del Sagrado Corazón de Jesús. Y es que el culto al Sagrado Corazón llega a España a través de los jesuitas. A ambos lados, le acompañan dos lienzos con sendas representaciones de la Pasión y Muerte de Cristo. Es curioso que durante la guerra civil española muchos soldados llevasen un Sagrado Corazón de fieltro adherido a la ropa y se les llamaba “detentes” con la esperanza de detener las balas enemigas.