La Orden de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos, más conocida como Orden de la Merced, fue fundada en el año 1218 por San Pedro Nolasco para la redención de los cristianos cautivos en manos de musulmanes y que se estimaba su número en unos 60.000 hasta el año 1779. Los mercedarios se comprometieron con un cuarto voto, añadido a los tradicionales de pobreza, obediencia y castidad de las demás órdenes, a liberar a otros más débiles en la fe, aunque su vida peligrara por ello o tuvieran que canjearse por ellos mismos. En Valencia, el antiguo Convento de la Merced estuvo ubicado en el centro de la ciudad junto a la plaza del Mercado, los Santos Juanes y la Lonja, y su derribo originó la plaza del mismo nombre. Dicho Convento de la Merced, que fue edificado en el año 1668 y fue víctima de la desamortización, ocupó una notable posición en la Valencia bajomedieval junto a los cementerios de San Martín y Santa Catalina. De este se dice que destacó por la belleza de su iglesia y campanario con un claustro plantado con palmeras que acogía un pozo que hacía manar un agua abundante.
De origen irlandés, San Serapio fue un militar que se puso al servicio del rey de Castilla luchando en defensa de la fe católica. Con esta ocasión conoció a San Pedro Nolasco y a sus hijos mercedarios que defendían la fe redimiendo cautivos. Pidió ser admitido en la Orden de la Merced, en la que ingresó en 1222. Varias veces fue nombrado "redentor", cargo que se daba a los religiosos más virtuosos y que negociaban mejor ante los príncipes mahometanos. La última redención la hizo en Argel en donde tuvo que quedarse de rehén por algunos cautivos pero su rescate no llegó a tiempo y murió martirizado en una cruz en aspa.