Desde la ermita de San Esteban se disfruta de una panorámica que domina tanto la ciudad como el valle. A 750 metros de altitud, desde el siglo XVII, se encuentra la ermita que los labradores de Ontinyent quisieron dedicar al santo protector de la cosecha ante las tormentas con piedra. De poca profundidad y de planta rectangular, está dividida por muros de carga perpendiculares en la fachada. Adosado tiene un campanario de torre cuadrada, un porche con arcos apuntados, una vivienda y una escalinata posterior. En la noche de San Esteban existe la tradición de encender fuegos en su cima para evitar las pedregadas. Esta tradición es mantenida por los Luminarios. Estos cuentan la leyenda de que, cerca del lugar, en la Cueva del Averno, se pueden ver y escuchar cosas extrañas y misteriosas.
San Esteban fue un diácono, el más importante de la iglesia de Oriente, que fue martirizado por lapidación.