Los restos de San Coronado fueron llevados a la localidad de Jarafuel en el año 1770 tras solicitar Fray Pedro Martínez Bañogil al Papa Clemente XIII un patrón y protector para que alejara a su pueblo natal de las epidemias y aflicciones que pudieran suceder. Ya con Clemente XIV se verificó la entrega del cuerpo de este mártir que procedía de una de las catacumbas de Roma y fue depositado en la Iglesia de Santa Catalina Mártir de Jarafuel, siendo su llegada recibida con grandes muestras de júbilo popular. Hoy permanece allí en una bella urna y con una disposición curiosa de los huesos.