El Convento de las Clarisas de Valencia, también conocido como Convento de Santa Isabel o de la Puridad, llegó a ser en sus sucesivas ampliaciones uno de las más grandes de la capital del Reino de Valencia, sito en la manzana de las actuales calles de la Conquista, Bolsería, Rey Don Jaime y Monjas. Su construcción se supone inmediatamente posterior a la conquista de Valencia por Jaime I, hacia el 1239, fecha de los primeros datos sobre la comunidad al hacer entrega D. Jaime I al caballero D. Ximen Pérez de Arenós de una ermita extramuros dedicada a San José que estaba junto al Palacio del rey moro con el encargo de ampliarla y convertirla en convento para las religiosas de la Regla de Santa Clara, bajo el patronazgo de Santa Isabel, Reina de Hungría, y tia del conquistador. En el año 1250 el obispo de Valencia D. Andrés de Albalat dona al convento dos reliquias: una Espina de la Corona de Cristo y un fragmento del Lignum Crucis. En el año 1534 el Papa Clemente VII concedió al convento la exclusividad en titularse de la Purísima Concepción pues estaban en pugna con las carmelitas de la Encarnación por este motivo. Desde entonces se le conoció como de la Puridad.
El espacio ocupado por el antiguo convento tuvo notable belleza por su arquitectura mudéjar y la notable extensión de sus claustros, teniendo su entrada principal en la calle de la Bolsería con un acceso a un patio rectangular en uno de cuyos laterales estaba la iglesia del convento; en el otro lateral, con patrio enclaustrado, daba a las calles Palomar y Murillo. En la parte trasera, el jardín proporcionaba productos para el mantenimiento del convento. En el año 1836, con la Desamortización, se abandona el convento y jardín, en parte de cuyo terreno se construyen viviendas y la actual calle del Moro Zeyt y las monjas se trasladan al convento de la Trinidad. Las propiedades artísticas en parte desaparecieron y otras pasaron al Museo de Bellas Artes de Valencia y, la mayoría de las conservadas, al actual Monasterio de la Puridad.
Santa Isabel de Hungría fue hija del rey Andrés II y en el año 1211, con apenas cuatro años de edad, fue prometida al futuro rey Luis IV. Durante su vida no abandonó su espíritu de mortificación ni olvidó a los pobres, utilizando su dote completa para ayudarlos. En 1227 quedó viuda y, por una conjura palaciega, Isabel hubo de vivir errante y con gran penuria. Entonces comenzó la construcción de un hospital para enfermos pobres en el que ella misma servía a los enfermos. Murió en el año 1231, cuando apenas contaba 24 años de edad.