En el año 1588 existían dos capillas dedicadas al Santo Crucifijo en la Iglesia de Santa Catalina de Valencia. Uno de ellos, el Cristo de la Corona, fue depositado por unos peregrinos que no volvieron a recogerlo y ya por entonces tendría una cofradía dedicada. La devoción a esta imagen había decaido en el S.XVII pero revitalizó notablemente ya que en la época de una de las pestes, notaron que la cara del Cristo cambiaba de semblante y color y sudaba hasta su cuello y atribuyeron este suceso a un hecho milagroso. Así, el Cristo había sido sacado en rogativa contra pestes y sequías y su Cofradía, que protegía a sus cofrades en peor situación económica, tuvo gran renombre y devoción en la ciudad. Su imagen estaba acompañada, a un lado por San Sebastián y al otro por San Roque. Adjuntamos un documento que recogía las indulgencias para quienes visitasen esta capilla y una antigua medalla que lo representa.
Texto que ilustra la historia de la imagen.