En el año 1876 se intervino en la ermita de San Luís Bertrán de Buñol a causa de los daños provocados por una inundación. Fue en esa fecha cuando se le confirió el aspecto de estilo neogótico que hoy podemos observar. Esta consta de una pequeña nave cubierta con bóveda de crucería y un altar al frente con la imagen del santo titular.
El motivo de su patrocinio es que, siendo un muchacho, San Luis Bertrán, uno de los grandes santos valencianos, decidió dejar su casa y vivir en forma mendicante, como había leído que hicieron San Alejo y San Roque. Y, con la excusa de una peregrinación a Santiago, puso en práctica su plan, no sin escribir seriamente a sus padres una carta en la que, alegando numerosas citas de las Sagradas Escrituras, trataba de justificar su resolución. Pero su fuga no fue más allá de Buñol donde fue alcanzado por un criado de su padre. Desde entonces, y según cuenta la tradición, se venera en Buñol y en su ermita, cerca de la fuente y en una cueva que sirvió de reposo y escondrijo en la que lloró el verse descubierto.