San Félix de Cantalicio es uno de los santos más
queridos y venerados en la ciudad de Castellón ya que es el patrono secular del
arrabal que lleva su nombre, un barrio labrador que nació espontáneamente en
el siglo XVIII, arropando al convento fundado por los Padres Capuchinos en el
año 1608. Cuando en 1712 se canonizó a San Félix, el primer fraile capuchino
elevado a los altares, los labradores adoptaron rápidamente por patrono a aquel
sencillo religioso. Es curioso que no se guarde ninguna imagen del santo en la
Parroquia de la Sagrada Familia, regentada por los Padres Capuchinos, pero las
gentes del “raval” continúan celebrando su fiesta. La imagen del santo se
guarda en la casa de los Clavarios y se le representa mediante una escultura de
madera policromada al óleo datada en la segunda mitad del S.XX. La Parroquia conserva
en la capilla de la Comunión una deliciosa pintura del siglo XVIII donde la
Virgen María deposita tiernamente entre los brazos del santo al Niño Jesús.
Este santo, hijo de dos campesinos muy pobres y
piadosos, fue un santo italiano del S.XVI que de niño tuvo por oficio pastorear
ovejas y, en el campo, trazaba una cruz en la corteza de un árbol ante la que pasaba
horas rezando. Cuando ya fue mayor, un día estaba arando el campo y de pronto
los bueyes se asustaron y se le lanzaron encima. Al sentir que iba a morir allí
pisoteado, prometió a Dios dedicarse a una vida más perfecta. Salió ileso del
accidente y al oír leer un libro de vidas de santos sintió un fuerte deseo de
imitarlos en la oración y en la penitencia. Entonces se dirigió a un convento
de Capuchinos para ingresar en él.