A principios de los años 30, un grupo de cofrades de Castellón acude al taller del gran escultor catalán Josep María Barrufet Grau para encargar la escultura de un Cristo Resucitado que pudiera encontrarse con la Virgen de Pascua en la procesión de la mañana del Domingo de resurrección (llamada también procesión del encuentro"entre la madre y su hijo resucitado. Barrufet esculpe la imagen en madera (cuatro piezas perfectamente encajadas) de tamaño natural, vestido y con el manto rodeando el cuerpo. El Cristo está flotando sobre una nube, cargando el peso sobre su pierna derecha. Los brazos abiertos (el antebrazo izquierdo junto al cuerpo y el derecho completamente abierto y las manos abiertas también y encaradas con una leve inclinación hacia el cielo, junto a los pliegues de la túnica que hacen vislumbrar las piernas, pretenden darle un sentido de ascensión. La imagen fue policromada en el taller de Mota, aunque de la decoración de la cara se encargó Burguete. Creemos que salió por primera vez en la procesión del encuentro del año 1935.